Destino Playa La Barrosa

27 marzo de 2024  –  7 min de lectura

Hay tantos viajes como destinos y no siempre el destino es el punto preciso de un mapa. A veces, el viaje consiste en girar alrededor del mapa, otras es un viaje iniciático, hacia dentro; otras, un regreso como Ulises y, aun así, el viaje siempre marca el comienzo de una historia que aún se desconoce y, como aquí, no se sabe el lugar exacto en el que la línea del horizonte es de agua o de cielo o dónde acaba el Mediterráneo y empieza el océano Atlántico porque desde la orilla es fácil perder la orientación ante la inmensidad del paisaje azul que divide dos continentes, con África del otro lado tan cerca que se adivinan  los mismos pigmentos y algunas de las preguntas sin respuesta de los cuadernos de viaje de Miquel Barceló que invitan al viajero a divagar, a interrogarse y a descubrirse entre las páginas blancas de su propio cuaderno.

En tiempos remotos, fue asentamiento fenicio y el lugar elegido para levantar el Templo de Melkart, un santuario en honor al Dios del Comercio que, según las fuentes historiográficas clásicas, fue visitado por el emperador Julio César donde tuvo el sueño premonitorio de conquistar el mundo tras llorar ante la escultura de Alejandro Magno por haber alcanzado su edad sin lograr el éxito.

El origen pesquero de Sancti Petri sigue vivo y explica su propio nombre, procedente de la expresión en latín que significa “de San Pedro”, patrón de los pescadores que aquí se afanan, desde la primavera hasta julio, a la pesca del atún rojo (Thunnus thynnus) en el mar frente a estas costas gaditanas que de la Almadraba no sólo han hecho identidad y cultura, sino también un arte único. En mayo, desde hace 2.000 años, los primeros atunes avanzan desde el Norte por la costa gaditana en dirección al Mediterráneo buscando aguas más cálidas para desovar y es entonces cuando los maestros marineros de Zahara, Barbate, Tarifa, Conil y Chiclana de la Frontera inician las labores de su pesca tradicional y sostenible, trazando la misma ruta que es una fiesta de gastronomía y sabor. El nombre “almadraba” significa “lugar de lucha” y esta técnica milenaria de pesca, iniciada por los fenicios, recrea ese espacio en las aguas del mar creado mediante un laberíntico entramado de redes y anclas. El “cuerpo a cuerpo” entre marineros y los inmensos atúnes se puede presenciar en vivo desde embarcaciones próximas, aunque existen muchas otras formas de participar en la Almadraba, visitando las subastas en las lonjas de los puertos o el Museo del Atún de la Almadraba en Conil, un centro de interpretación y documentación situado en una antigua fábrica conservera. Durante los meses de mayo y junio, en los pueblos de la costa gaditana que integran la ruta de la Almadraba se celebran jornadas gastronómicas de atún, aunque durante todo el año se rinde culto a esta especie convirtiendo cualquier parte de su anatomía en protagonista de verdaderos manjares culinarios cocinados de todas las formas, ya sean los tradicionales encebollados y en el horno “a la sal” o en evoluciones vanguardistas de fusión oriental como los tacos de atún rojo marinados, muy próximos al sushi japonés.

Entre la hora de la comida y de la cena con atún y otras delicias de esta tierra, sucede la puesta de sol, un momento mágico lleno de belleza en la playa de La Barrosa. El sol desciende tras el islote de los contornos inconfundibles que dibujan la silueta del Castillo de Sancti Petri, construido sobre los cimientos del Santuario de Melkart venerado por fenicios y cartagineses y, posteriormente, del Templo de Hércules Gaditano, fundado en torno al 1.100 a. C. durante la dominación romana, unos ochenta años después de la Guerra de Troya. El historiador clásico Pomponio Mela sostenía que los restos de Hércules estaban enterrados en este Templo y que el interior de sus muros contenía el árbol de Pigmalión. Las fuentes clásicas narran que numerosos navegantes y personajes célebres visitaron el Templo de Hércules Gaditano en el que, según Tito Livio, Anibal ofreció sus votos antes de partir rumbo a la península itálica para emprender su conquista. El Templo alcanzó su máximo esplendor durante la época del Emperador Trajano, conservándose algunos vestigios arqueológicos en el Museo de Cádiz, perdería toda la grandeza que acumuló en el pasado durante la dominación visigoda y sería finalmente destruido en las invasiones almorávides. El actual Castillo de Sancti Petri sería edificado nuevamente, entre los siglos XVI y XVIII, con fines de defensa militar. En 1918, se erigió el faro a fin de que el islote actuara de recalada para entrar al puerto deportivo en el caño de Sancti Petri.   

A medida que el sol baja por el horizonte parecen emerger las fuerzas telúricas de este lugar para conectarse con el navegante, el viajero, el caminante. Dicen que desde el espacio el sol es blanco. En esta playa, cuando inicia el descenso por efecto de la rotación de la Tierra, es de un naranja intenso y esa luminosidad tan especial de matices dorados envuelve el paisaje en el ocaso del día potenciando el misticismo del fenómeno y su simbología de fugacidad y trascendencia. 

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